Era febrero de 1994 y estaba por subir a la plataforma a predicar por primera vez en una campaña. Estábamos en la provincia de Salta con el grupo misionero. Dios me dio esta palabra:
“Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.”(Salmos 126:6)
Recuerdo que en ese instante llore. Pensé en que al servir a Dios pasaría momentos muy difíciles y mi llanto en ese momento tuvo más de emoción que cualquier otra cosa. Así y todo mi decisión era servir a Cristo.
Con el paso del tiempo aprendí algo más. Supe que era imposible traer los brazos llenos de fruto, volver cargando las gavillas sin la ayuda del Señor. Su promesa era que a cada paso, a cada instante y a cada momento, Él estaría conmigo. En el momento feliz y en el momento triste. Hoy miro atrás por un instante, veinte años después me doy cuenta que siempre Dios estuvo conmigo.Animándome, esforzándome, perdonándome, levantándome, restaurándome, hablándome,guiándome y cuando me notaba cansado, tomándome en sus brazos para que al fin de la jornada pueda ver que había gavillas por las cuales alabar al Señor.
Separados de Dios nada podemos hacer, y aunque en oportunidades mis piernas tiemblen se que estoy seguro, Él cumple sus promesas, Él es fiel y nadie nos arrebatará de su mano.
Hoy sigo caminando llevando esa semilla… hoy sigo bajo la protectora mano de Dios.