Lectura: 2 Crónicas 20:15-22
Glorificad al Señor, porque su misericordia es para siempre (v. 21).
Guillermito fue secuestrado de la acera de su casa cuando tenía nueve años. Durante horas, mientras el secuestrador lo llevaba en un auto, no sabía qué iba a sucederle. Entonces, decidió cantar una canción llamada Toda la alabanza. Mientras repetía la letra una y otra vez, el hombre insultaba y le decía que se callara. Finalmente, detuvo el auto y dejó que Guillermito se bajara. sano y salvo.
Como lo demuestra este niño, la alabanza verdadera exige que nos concentremos en el carácter de Dios, mientras olvidamos nuestros temores, los problemas que nos acosan y la autosuficiencia que nos llena el corazón.
Los israelitas llegaron a este punto cuando enfrentaron a sus enemigos. Mientras se preparaban para la batalla, el rey Josafat organizó un coro para que marchara hacia el ejército enemigo y cantara: «Glorificad al Señor, porque su misericordia es para siempre» (2 Crónicas 20:21). Cuando empezó la música, los enemigos se desconcertaron y se mataron entre sí. Como había predicho el profeta Jahaziel, Israel no tuvo que pelear (v. 17).
Ya sea que enfrentemos una lucha o nos sintamos atrapados, podemos glorificar a Dios en nuestro corazón. Sin duda, «grande es el Señor, y digno de suprema alabanza» (Salmo 96:4).
LA ADORACIÓN ES UN CORAZÓN QUE REBOSA DE ALABANZA A DIOS.(Tomado y adaptado de Nuestro Pan Diario, las citas bíblicas se transcriben de la Nueva Versión Internacional. Pastor O. Carnival)
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