sábado, 5 de abril de 2014

Quiero aprender a ser más feliz (por Alejandra Stamateas)

Génesis 29:31: "Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió hijos. Mientras tanto, Raquel permaneció estéril".

¿Te gustaría ser un poco más feliz? En la antigua Grecia la
gente pensaba que la felicidad dependía de la suerte. Al depender de algo
externo, la gente no podía decidir si iba o no iba a ser feliz. En la
actualidad se suele decir que cuando a alguien le va bien es porque tuvo suerte
o porque tuvo un "Dios aparte". En realidad eso es una gran mentira,
ya que recientes estudios han demostrado que la felicidad depende de cómo uno
maneja la mente y cómo responde a las circunstancias adversas que se presentan
en la vida. La felicidad, entonces, no es producto de algo externo ni del azar,
sino que depende esencialmente de tu actitud hacia la vida. Esto último
significa que podés ser más feliz de lo que sos actualmente.
A continuación voy a compartirte algunas cosas que se
descubrieron con respecto a la felicidad.

En primer lugar se considera que a lo largo de la vida la
felicidad recorre una curva en forma de U. Cuando comenzamos a trazar esta
letra empezamos por arriba, momento que representa la infancia. Allí parece que
todo es felicidad, pero a medida que va pasando el tiempo (el trazo es
descendente), el nivel de felicidad va decreciendo. Aproximadamente a los
cuarenta y cinco años el ser humano experimenta el menor grado de felicidad.
Luego, la curva vuelve a subir. En ese último tramo cuanto mayor sea la edad
más feliz será la persona, algo que es sin dudas una muy buena noticia. Se
estima que a los cincuenta años alcanzamos el punto máximo de felicidad, porque
a esa edad nos adaptamos completamente a nuestras fortalezas y debilidades. A
esa altura ya sabés lo que sos capaz de lograr y dejás de discutir o pelear por
aquello que no te traerá recompensa alguna. Al no tener esa sensación de años
anteriores en los que creías que te faltaba lograr algo, aprendés a disfrutar
más de la vida y todo se hace más sencillo.
Por otro lado, se descubrió que las personas con mayor
educación son más felices, porque al contar con mejores herramientas tienen
acceso a mejores trabajos y por ende, a mejores sueldos. Al gozar de un mejor
estilo de vida, la felicidad de dichas personas aumenta. Otro punto a tomar en
cuenta es que la felicidad no depende solo de lo que hacés, sino con quién lo
hacés. Esto significa que tus compañías son muy importantes a la hora de ser
feliz. Quizás hoy no experimentes una felicidad total justamente porque no
disfrutás de una buena compañía. Por ejemplo, no es lo mismo ver una puesta del
sol con tu suegra que hacerlo con tu pareja. Aunque la escena es la misma, la
compañía es diferente por lo que es muy probable que en el segundo caso todo te
parezca más lindo y tu felicidad sea mayor.
Otro factor que aumenta el nivel de felicidad son los retos.
Una persona que dice: "Quiero lograr ese ascenso", "quiero
viajar por el mundo", "quiero estudiar y graduarme" o
"quiero comprarme una casa", suele ser más feliz que aquellos que
viven una vida monótona sin mayores sobresaltos. Dichos retos no deben ser ni
demasiados fáciles ni muy complejos, ya que en el primer caso no vas a valorar
los resultados, y en el segundo, siempre te vas a frustrar. Por esa razón el
desafío te tiene que costar un poco al principio, pero luego todo tiene que ser
mucho más fluido. Es importante, además, que hagas algo que te gusta, ya que de
esta manera sentirás que el tiempo pasa más rápido y no pensarás en cosas
negativas. Cuando tus emociones negativas no afloran, tu nivel de felicidad
termina aumentando. En cambio, cuando no tenés proyectos definidos y tu mente
comienza a divagar, la falta de un rumbo concreto te genera infelicidad. En ese
momento comenzás a plantearte: "¿Para qué estoy en la tierra?",
"¿por qué la gente no me saluda?" o "¿cómo voy a hacer para
pagar mi deuda?".
En definitiva, la felicidad aparece cuando las emociones
negativas se reducen y aumentan las positivas, como el gozo, la esperanza o la
sensación de paz. Todos los días experimentamos circunstancias difíciles que
nos deprimen, nos agobian o nos quitan las ganas de seguir adelante. Para
revertir esta situación y lograr que desciendan las emociones negativas,
tenemos que mirar la vida de otra manera. A pesar de los problemas, tenés que
reírte un poco más y alimentar no solo tu esperanza, sino también tu alegría.
Como dije anteriormente, la felicidad no es algo que viene
de afuera o que depende del otro, sino que es algo que podés generar desde tu
interior. Para eso tenés que aprender a buscarla, y una de las maneras de
hacerlo es hablándote a vos misma. Al hacerlo sabrás cómo darte ánimo en esos
momentos en los que podés caer en una depresión. Por ejemplo, en mi caso
personal, cuando no me siento del todo bien me pregunto: "¿Por qué esto te
tiene que poner así? ¿Por qué lo ves tan mal? ¿Es tan grave esto que estás
pasando?". Así aprendí a hablarme y a alentarme con frases como: "Si
ya lo superé una vez, ¡lo voy a volver a superar!", "si el otro lo
pudo lograr, ¡yo también podré!" o "esto malo pasará y lo bueno
vendrá". Al dejar de repetir lo que me decían los demás y empezar a
hablarme a mí misma, comencé a sentirme más feliz y en paz.

En las próximas líneas voy a compartirte dos cosas que
descubrieron los científicos acerca de lo que hay que hacer para tener
felicidad.

1. Recordá momentos felices.

Tenés que tener presente en tu mente dos o tres momentos
felices que hayas vivido en tu vida. No importa si estos tuvieron lugar hace
varios años. Puede ser el recuerdo del nacimiento de un hijo, de tu graduación,
de tu casamiento o tal vez de tu niñez. Cada vez que estés pasando por una
situación difícil, traé a tu memoria dichos recuerdos, aunque no tengan
relación alguna con lo que estés pasando. Cuando el pueblo de Israel estaba
cruzando el Jordán, Dios les dijo: "Cuando pasen al otro lado levanten un
altar para que cuando sus hijos vuelvan a pasar por allí recuerden cómo los
ayudé". Tené esos recuerdos listos para usarlos especialmente en esos
momentos en que estás cansada y necesitás fuerzas para seguir adelante. Aunque
es probable que lo primero que venga a tu mente sean recuerdos malos, no
pierdas de vista el poder que poseen los buenos recuerdos que traen felicidad y
alegría. Recordá aquello que Dios ya hizo en tu vida, porque si Él te bendijo,
lo volverá a hacer. Tal como dice Su Palabra: "El bien y la misericordia
te seguirán todos los días de tu vida".

2. No te compares.

Hay gente que solo es feliz si tiene más de lo que posee el
otro. Una encuesta en la que se preguntaba a los encuestados qué sentirían si
ellos ganasen cien mil pesos y su compañero de trabajo doscientos mil, arrojó
como resultado que la mayoría prefiere no ganar esa suma de dinero con tal de
que el otro no gane el doble. Es lamentable el grado de rivalidad y comparación
entre personas que comparten el mismo ámbito de trabajo. Ciertamente, las
comparaciones y la envidia solo harán que termines perdiendo el foco. Por el
contrario, tenés que enfocarte en cómo has crecido y cómo has logrado los
objetivos que te propusiste. Recordá que la comparación siempre tiene que ser
con vos misma para que de este modo analices cómo estabas antes y cómo estás
actualmente. Así verás qué aspectos tenés que mejorar para seguir creciendo y
lograr sacar tu mayor potencial.
Es importante que cambies la envidia que sentís por los
demás para empezar a sentir admiración por aquellos que han logrado los
objetivos que se propusieron en sus vidas. Es saludable que desarrolles el
hábito de decir: "¡Qué bueno que lo logró!" o "me alegro que a
él le vaya bien", porque de esta manera dejarás de ser una persona
envidiosa. ¡Es hora de que dejes de compararte con los demás y los empieces a
admirar!
La Biblia narra la historia de dos mujeres: Lea y Raquel.
Lea quería que Jacob la amase. Como él no la amaba, ella empezó a tener hijos
para ver si así podía conquistar su amor. Por su parte, Raquel, quien era amada
por Jacob, no podía tener hijos, algo que realmente deseaba. Como podrás ver,
estas mujeres estaban obsesionadas por aquello que no tenían. Durante años esta
obsesión las llevó a sufrir mucho, hasta que en un momento Lea se dio cuenta de
que su virtud era justamente su capacidad de parir hijos. De hecho, su historia
no trascendió por el amor que le faltaba, sino por los hijos que tenía. Lea
comprendió esto cuando dio a luz a Judá y dijo: "Voy a alabar a Dios por
lo que tengo". Así llegó a ser conocida como la madre de Israel. ¡Empezá a
disfrutar de lo que tenés y dejá de preocuparte por aquello que no tenés! Al
igual que ella, recordá que en la vida vas a trascender cuando aprendas a
disfrutar de lo que tenés y dejes de enfocarte en eso que te falta. Del linaje
de Judá, hijo de Lea, nació Cristo. Valorá lo que hoy tenés porque de eso
nacerá lo mejor para tu vida. ¡Sé feliz y disfrutá de lo que poseés, porque con
eso vas a crecer y obtener una bendición mayor!
Cuando a las niñas les regalan algo estas suelen mirar lo
que le dan a sus amigas o a su hermana. En mi caso, recuerdo que cuando era
pequeña no me fijaba en las muñecas que le obsequiaban a mi hermana, pues lo
único que quería era que me regalaran tizas, un borrador o un pizarrón. Desde
chica me gustaba jugar a ser maestra y enseñarle a los demás, por lo que contar
con cualquiera de esos elementos era lo mejor que me podía pasar. Eso que tenía
y valoraba fue lo que luego desarrollé en mi vida y me hizo muy feliz. Quiero decirte
que cuando empieces a valorar lo que tenés comenzarás a ser feliz. ¡Eso que
poseés se va a multiplicar y te traerá la bendición que tanto estás esperando!

¡Declaro que vas a ser más feliz! Generalmente las mujeres
suelen recordar las cosas buenas con llanto, lo cual resulta contradictorio.
Por eso, es importante que te quites esa música de lamento y empieces a hablar
con alegría. Cuando Dios viene a tu vida es para traerte felicidad, así que
dale gloria al Señor, porque con Él sos más feliz. Amén.


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