martes, 21 de enero de 2014

Salmos 32 (NVI)

1 Dichoso aquel
    a quien se le perdonan sus transgresiones,
    a quien se le borran sus pecados.
2 Dichoso aquel
    a quien el Señor no toma en cuenta su maldad
    y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras guardé silencio,
    mis huesos se fueron consumiendo
    por mi gemir de todo el día.
4 Mi fuerza se fue debilitando
    como al calor del verano,
porque día y noche
    tu mano pesaba sobre mí.     Selah
5 Pero te confesé mi pecado,
    y no te oculté mi maldad.
Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor»,
    y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.     Selah
6 Por eso los fieles te invocan
    en momentos de angustia;
caudalosas aguas podrán desbordarse,
    pero a ellos no los alcanzarán.
7 Tú eres mi refugio;
    tú me protegerás del peligro
    y me rodearás con cánticos de liberación.     Selah
8 El Señor dice:
«Yo te instruiré,
    yo te mostraré el camino que debes seguir;
    yo te daré consejos y velaré por ti.
9 No seas como el mulo o el caballo,
    que no tienen discernimiento,
y cuyo brío hay que domar con brida y freno,
    para acercarlos a ti.»
10 Muchas son las calamidades de los malvados,
    pero el gran amor del Señor
    envuelve a los que en él confían.
11 ¡Alégrense, ustedes los justos;
    regocíjense en el Señor!
¡canten todos ustedes,
    los rectos de corazón!


(Selah: "pausar y pensar en eso")


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