Cuando somos aceptados por el Señor, y estamos colocados en el lugar de favor, y paz, y seguridad, entonces somos conducidos a arrepentirnos de todas nuestras fallas y extravíos para con nuestro Dios lleno de gracia. El arrepentimiento es tan precioso, que lo podemos llamar un diamante de hermosas aguas, y esto está dulcemente prometido al pueblo de Dios como uno de los resultados más santificantes de la salvación. Aquel que acepta el arrepentimiento, también da el arrepentimiento; y no lo da proveniente de “la caja amarga” sino que lo toma de entre “las hojuelas con miel” con las que alimenta a Su pueblo. Un sentido del perdón comprado con sangre y de la misericordia inmerecida, es el mejor medio para derretir a un corazón de piedra.
¿Tenemos duros sentimientos? Pensemos en el amor del pacto, y entonces dejaremos el pecado, lamentaremos el pecado y odiaremos el pecado; sí, nos aborreceremos a nosotros mismos por pecar contra un amor tan infinito. Acerquémonos a Dios con esta promesa de penitencia, y pidámosle que nos ayude a recordar, y a arrepentirnos, y a lamentarnos, y a regresar. ¡Oh, que pudiéramos gozar del derretimiento provocado por aflicción santa! ¡Qué alivio sería una inundación de lágrimas! ¡Señor, golpea la roca, o háblale a la roca, y haz que las aguas fluyan!
La Chequera del Banco de la Fe.
Charles H. Spurgeon
Traducción de Allan Román
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