“Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás”
(Ecl. 11:1).
Aquí probablemente el pan se refiere, de forma figurada, al grano del que está hecho. En Egipto, la semilla se sembraba en áreas inundadas. Cuando las aguas retrocedían, la cosecha aparecía, si bien esto no sucedía de un día para otro. La cosecha venía: “después de muchos días”.
En la actualidad vivimos en una sociedad “instantánea” que busca resultados instantáneos. Tenemos puré de patata instantáneo, té y café instantáneos, cacao, sopa y avena instantáneas. También tenemos crédito instantáneo en el banco, y repeticiones instantáneas en la televisión.
Pero no ocurre así en la vida y el servicio cristiano. Nuestras bondades no se recompensan de inmediato. Asimismo, nuestras oraciones no siempre son contestadas con premura y el servicio no produce resultados instantáneos.
La Biblia utiliza repetidamente el ciclo agrícola para ilustrar el servicio espiritual. “El sembrador salió a sembrar...”, “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. “Primero el tallo, luego la espiga, después grano abundante en la espiga”. Es un proceso gradual que se extiende por un período de tiempo. La calabaza crece más rápidamente que una encina y sin embargo, ésta también lleva su tiempo.
Por lo tanto, esperar resultados instantáneos de nuestras obras de bondad es engañoso. Esperar siempre tener respuestas inmediatas a la oración es señal de inmadurez. Es una imprudencia presionar a una persona que por primera vez escucha el evangelio para que tome una decisión. El orden en la experiencia normal es dar, orar y servir incansablemente por un prolongado período de tiempo, con la confianza de que nuestro trabajo en el Señor nunca es en vano. Posteriormente vemos resultados, no para hincharnos de orgullo, sino para animarnos a seguir adelante. El resultado completo no será conocido hasta que lleguemos al cielo, que es, después de todo, el sitio mejor y el más seguro para ver el fruto de nuestras labores.
De día en día - MacDonald
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